El Carnaval de
Barranquilla es la fiesta folclórica y cultural más importante de Colombia.
Más de un
millón de personas, entre visitantes y locales participan anualmente en la
fiesta, la cual se celebra desde el sábado hasta el martes anterior al
Miércoles de Ceniza; es un
acontecimiento cultural en el que se expresan todas las variedades culturales y
el folclor de la Costa Caribe colombiana, así como las más variadas
manifestaciones culturales locales, la música popular y el baile. Constituye el
aspecto más representativo de la ciudad que cada año atrae a propios y a
extraños. Algunos de los disfraces más tradicionales del carnaval de
Barranquilla son el de Marimonda (único de origen barranquillero), el Garabato,
el Congo y el Monocuco. Son motivo de risas y sustos todo tipo de especies
animales, nativas y extrañas; negros africanos; cabezones; dementes; muñecotas;
súper-héroes; seres mitológicos, que trascienden los límites de la sexualidad y
la Muerte, entre un número casi interminable de invenciones y ocurrencias
populares. Características del Carnaval de Barranquilla son las máscaras de
torito, de tigrillo y de oso, entre otras. Los disfraces satíricos y alusivos a
sucesos de actualidad son motivo de hilaridad colectiva y causan gran expectativa
cada año.
Por
su variedad y riqueza cultural, el Carnaval de Barranquilla ha obtenido dos
importantes reconocimientos: «Patrimonio Cultural de la Nación», en declaración
otorgada por el Congreso Nacional de Colombia el 26 de noviembre de 2001, y
«Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad», concedida por
la Unesco en París el 7 de noviembre de 2003.
ORIGEN
Para
entender la historia del Carnaval de Barranquilla, hay que conocer la historia
de la ciudad misma, que en principio no fue fundada sino erigida
"parroquia" en 1774 y más tarde "villa" el 7 de abril de
1813 después de que pobladores de diferentes procedencias decidieran radicarse
en ella al darse cuenta de su estratégica ubicación al margen de dos cuerpos de
agua importantes para la nación: El río Magdalena y el mar Caribe. La
prosperidad llegó a Barranquilla después de la independencia de España gracias
a la habilitación como puerto de exportaciones del caserío de Sabanilla, una
ensenada a pocos kilómetros de Barranquilla. Pronto las exportaciones de
Sabanilla lograron superar a las de la ciudad de Cartagena. Esto hizo que gran
cantidad de inmigrantes de Santa Marta, Cartagena, Mompox, poblaciones
localizadas a lo largo del río Magdalena y del interior del país, así como
alemanes, ingleses, italianos, norteamericanos, árabes y judíos encontraran en
Barranquilla un lugar propicio para emprender su vida. La multitud de razas que
convivían en la ciudad moldeó el talante propio de los barranquilleros,
caracterizado por la alegría, por un escaso respeto hacia las jerarquías, por
la irreverencia y por el "mamagallismo" o "tomadera de
pelo", propias de una ciudad que recibe con los brazos abiertos
tradiciones culturales de gran trascendencia como es el Carnaval.
Los
datos registrados más antiguos, que hacen referencia a la celebración del
Carnaval de Barranquilla, se encuentran sin embargo en la correspondencia de un
viajero norteamericano, Van Rensselaer, en 1829. Esta crónica describe a una
celebración más bien modesta acorde con el tamaño de la población barranquillera
de aquel entonces:
"...Tuvimos
la fiesta del Carnaval que en Italia dura varias semanas, pero en este lugar,
donde tantos dependen de la labor cotidiana, ha sido prudentemente reducida a
tres días durante los cuales no es del caso trabajar porque todo es alegría y
travesura. No podría decir ahora sobre el motivo que originó el festival, si
fue el paganismo o algún evento eclesiástico. Aquí parece que el lugar
principal lo tienen los aborígenes del país con sus trajes antiguos. [...].
Observé que los numerosos disfraces que pasaban en grupos se golpeaban unos a
otros con palos y que la ropa vuela en pedazos cuando hay riña alrededor de
cualquier cursilería, pero sólo en una ocasión vi que alguien perdió el buen
humor y al pobre diablo le cobraron muy cara su aspereza. Una muchedumbre
disfrazada lo agarró y, después de frotarle la cara con una yerba urticante,
unos lo tomaron por los tobillos hasta ponerlo boca abajo y otros lo golpearon
sin misericordia en una parte innombrable. La lección del caso era mostrar que,
del mismo modo que no se había intentado infringir un daño real, nadie debía
enfadarse por las triquiñuelas que sufriera. Recordé esta lección cuando, en el
transcurso de la mañana, un disfrazado me lanzó un huevo que me golpeó pleno en
el pecho sobre mi inmaculado lino blanco y se rompió pero, para mi
satisfacción, encontré que sólo contenía agua pura, la yema y la clara se la
habían extraído precisamente con ese propósito.(Wikipedia 2014)
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